En el lago Titicaca se encuentran unas ingeniosas y llamativas construcciones de totora, se trata de las islas flotantes de una ancestral etnia denominada los Uros, un pueblo cuyo origen se remonta a la época preinca. Pasaron de estar en tierra firme a vivir en el lago Titicaca ante el temor de ser conquistados por los incas y otros pueblos guerreros. Esta etnia se encuentra ubicada a una altura de 3810 ms.n.m., poseen un clima seco y frío; adoptaron el aymara y el español como idioma oficial.
La alimentación de los Uros se basa en la pesca artesanal y en la caza de animales silvestres. Las actividades diarias están divididas, los varones se dedican a la elaboración y traslado de las embarcaciones; mientras que las mujeres, a la artesanía y labores domésticas. Todo se organiza de forma comunitaria, incluido el turismo.
Este pueblo primigenio aprendió a aprovechar una planta que crece en el lago, la totora o junco, sus conocimientos y prácticas ancestrales -en el uso de esta planta acuática- les sirve tanto para construir: las islas, las balsas llamadas “caballitos de totora”, las casas, la artesanía y hasta de comida (la parte inferior blanquecina de la totora). Vemos, pues, que esta planta es fuente principal para su subsistencia.
Las islas flotantes -en las que viven los Uros-
tienen como base grandes bloques de raíces de totora -los cuales fueron
cortados en época de lluvia-, sobre estas se agregan capas de totora cada
cierto tiempo y, finalmente, encima se construyen las viviendas. Las islas
están ancladas con cuerdas, estacas y piedra.
Como vemos este pueblo milenario conserva
prácticas tradicionales, ver cómo se organiza esta comunidad en el espacio
resulta peculiar e interesante; gracias a la interacción y difusión sobrevive
dicha cultura.
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